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preguntado por Semipesado (388k puntos) en Misterios

Mamá, hay alguien en la casa abandonada. No es posible. ¿Quién va a querer entrar ahí? La veo, está asomada en la ventana del piso de arriba y me saluda. Es guapa. Laura la madre, corrió a la ventana. Era imposible que allí dentro hubiera alguien, pero Sofía su hija, no solía mentir. No veo nada. No hay nadie, cielo. Y entonces, ¿por qué está la persiana levantada?, preguntó extrañada Sofía. Eso es cierto, ésa persiana lleva años cerrada. ¿Quién la habrá abierto? Mamá, ¿por qué no vamos a saludar? Parecía muy simpática.

Aunque toda su sensatez se concentró para alertarla y evitar que cruzaran la calle, la curiosidad fue más fuerte. El timbre no funcionaba, la puerta cedió, aunque los hierbajos se aferraban al hierro, impidiendo que la puerta pudiera abrirse sin forzarla. Lo extraño, pensó Laura, es que no estaban arrancados o aplastados, por el paso de alguien. Quien quiera que fuera que hubiera entrado, no había accedido a la propiedad por la cancela principal.

El sol de la mañana, iluminaba la casa, aunque ésta seguía teniendo un aspecto lúgubre por el abandono. Al cruzar el porche, la madera crujió y ambas se sobresaltaron. Laura tuvo un resquicio de lucidez, agarró a su hija del brazo y la arrastró de nuevo hacia la puerta de salida. Pero mamá, no podemos dejarla allí dentro sola.

¡Vámonos! Esta casa, quedó maldita hace muchos años y no pienso entrar. Cuando llegaron a la puerta, los hierbajos estaban de nuevo intactos. Tenían el mismo aspecto que cuando habían llegado, antes de entrar. La puerta estaba cerrada, pero ambas recordaban haberla dejado abierta. Lo siguiente que sucedió, fue tan rápido, que ni siquiera tuvieron tiempo de reaccionar.

Algo las tomó por detrás y las arrastró hasta el interior de la vivienda. Cayeron en el recibidor. La puerta, se abrió el tiempo justo para que ambas entraran y se cerró de golpe, sin hacer ningún sonido. Sofía, temblaba y se acurrucó al lado de Laura, que trataba de mirar a su alrededor, buscando qué o quién había tirado de ellas.

Tardó unos segundos en acostumbrar los ojos a la penumbra, hasta que la vio, bajando despacio por las escaleras. Llevaba un vestido negro, ceñido a la cintura. Reconoció el vestido al instante. No podía ser. El pelo rubio y ondulado, caía por sus hombros. Estaba realmente guapa, a pesar de que el rostro había cambiado ligeramente, a como lo recordaba. La mirada tenía una expresión diabólica, que le hizo estremecerse.

Laura, pestañeó, tratando de tranquilizarse. Aquello no podía estar ocurriendo de verdad. Seguramente, se trataba de una de las tantas pesadillas, que la habían atormentado desde que pasó el trágico suceso.

Hola, Laura, dijo la mujer. Tienes una hija preciosa. Su voz, no era normal, sino que sonaba con un eco sordo, inhumano. Sofía, miraba atónita, incapaz de articular palabra y Laura devolvió el saludo en un susurro: Hola, Esther.

Sabía que era imposible que aquello estuviera sucediendo. Y aun así, empezaba a tener la certeza absoluta de que era real. No tengan miedo. No les haré daño, pero deben estar muy quietas y no hacer ningún ruido. Sus vida dependen de ello. La voz y la última frase, aterrorizó a Laura, que se esforzó por no demostrar ni un ápice de ese miedo. Sofía, la miraba, suplicando ayuda y ella le sonreía, transmitiéndole toda la tranquilidad que podía.

En el exterior, se escuchó el sonido de un coche, aproximándose por la calle. Laura, había contemplado varias veces la posibilidad de abandonar aquel lugar recóndito, donde había pasado toda su vida. La casa familiar, el terreno. Pero se veía incapaz de vivir en otro sitio. La casa abandonada, formaba parte del entorno y se habían acostumbrado a cohabitar con ella. Los animales, los caballos. No podía llevárselos a otro sitio, y tampoco quería venderlos. Era su hogar y con los años, desechó la idea de dejarlo. Cuando su matrimonio fracasó, regresó con Sofía y vivieron con el abuelo, hasta que éste falleció.

No esperaba visita, los martes, no recibían ningún pedido, así que, no se imaginaba quién podría ser. Tuvo el impulso de gritar, para pedir ayuda, pero los ojos de Esther que debieron intuir sus pensamientos, se le clavaron en los suyos, al tiempo que hacía un gesto con el dedo índice en los labios, pidiéndole que guardara silencio. Es él, y viene a matarte, dijo.

El vello se le erizó, al tiempo que se le contrajo el estómago. No necesitaba más información. Apretó a Sofía muy fuerte y le susurró que no hiciera ruido.

Después de un tiempo, que le pareció eterno, escucharon la cancela abrirse. La curiosidad por volver al lugar del crimen, había podido con él. Laura se levantó corriendo y escondió a Sofía en el armario del hall. La niña, suplicaba con los ojos,  inundados de terror. No te muevas, cariño. Volveré a por ti. No hagas ningún ruido. Laura, miró a Esther. De repente había reunido un coraje, que desconocía que tenía.

No puedo salir, susurró con esa voz, tan extraña. Tienes que conseguir que entre por propia voluntad y así  podré llevarlo conmigo al infierno. Laura, sabía que con sólo verla allí dentro, iría  por ella. Si no hubiera sido por su testimonio, él, el perfecto marido de Esther, se habría librado de la cárcel. Había montado una coartada irrefutable, salvo por un pequeño detalle: La vecina e íntima amiga de su mujer, había sido testigo del cruel asesinato. Ella, intuía que él querría vengarse, pero jamás pensó, que le soltarían tan pronto.

Laura, respiró hondo y se colocó en el enorme ventanal del salón. Entonces, le vio, acercándose despacio, por el jardín, contemplando su alrededor, con una expresión de repugnancia en el rostro. Al verla, echó a correr al interior de la casa. ¿Dónde estás zorra? He soñado cada día con tu cara. ¿No dices nada? Antes, hablabas de más. Esther, salió de la penumbra y cerró la puerta de golpe. Laura observaba la escena, escondida en el quicio de la puerta del gran salón. Él, había palidecido y una mancha de orina, bajaba por su entrepierna. Estaba paralizado... No, no puede ser, consiguió decir, con voz temblorosa. Esther, miró un segundo a Laura mientras le decía: "gracias". Se abalanzó sobre él, que empezó a chillar enloquecido. El suelo, se abrió a sus pies y ambos desaparecieron.

Laura, corrió al armario, donde había escondido a Sofía, que temblaba de miedo. La cogió en brazos y salieron de allí. Al salir por la puerta, se dio la vuelta, para contemplar por última vez la casa. FIN.

(Crédito a quien corresponda).

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3 Respuestas

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respondido por Supermediano (287k puntos)
seleccionada por
 
Mejor respuesta
Marcelo, como siempre una historia más que magnifica.!

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comentado por Semipesado (388k puntos)
Me alegro mucho que te haya gustado, mi amigo
+1 voto
respondido por Pluma (20.5k puntos)
asi pasa cuando pasa
comentado por Semipesado (388k puntos)
Otros le dicen venganza y otros le dicen karma.
+1 voto
respondido por Campeón de todos los pesos (1.1m puntos)
Muy interesante... en efecto... karma...

꧁ঔৣֆȶʀǟաɮɛʀʀʏɢɨʀʟঔৣ꧂



comentado por Semipesado (388k puntos)
Gracias Chika







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