Dame tus ojos, Madre,
para poder mirar.
Si miro con tus ojos,
jamás podré pecar.
Dame tus labios, Madre,
para poder rezar.
Si rezo con tus labios,
Jesús me escuchará.
Dame tu lengua, Madre,
para ir a comulgar.
Es tu lengua Patena,
de Gracia y Santidad.
Dame tus manos, Madre,
que quiero trabajar.
Entonces mi trabajo,
valdrá una eternidad.
Dame tu manto, Madre,
que cubra mi maldad.
Cubierta con tu manto,
al Cielo he de llegar.
Dame tu Cielo, oh Madre,
para poder gozar.
Si Tú me das el Cielo,
¿qué más puedo anhelar?
Dame a Jesús, oh Madre,
para poder amar.
Esta será mi dicha,
por una eternidad.
Madre toma mi alma,
que está en la oscuridad.
Con la luz que Tú irradias,
mi alma has de salvar.
Todos sabemos que Cristo es la CABEZA de la Iglesia y que nosotros somos su cuerpo. Entonces, si la Virgen María es Madre de Jesucristo, o sea de la Cabeza de la Iglesia, ¿por qué no va a ser Madre también del cuerpo, o sea de nosotros?
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