Ella se sentía la persona más odiada del mundo y no lograba entender, qué era lo que hacía mal, porque desde su perspectiva ella era la más obediente y a veces hasta la más bondadosa, pero siempre estaba sola, y nadie quería acercarse a ella.
¿Qué hay de malo en mí?, pensaba, mientras caminaba por la calles, abrazada solamente por la oscuridad de la noche.
Y mientras, sus ojos se llenaban de lágrimas, al ver a todos felices, acompañados por alguien, sintiendo el calor de un abrazo.
Si tan sólo alguien se alegrara de verme!, pensaba melancólica.
Al levantar la mirada, vio que por fin había llegado a su destino y suspiro al saber que como siempre no sería bienvenida ahí.
Al entrar a una de las habitaciones de esa casa vieja y sola, le sorprendió ver esa sonrisa tan linda en el rostro de ese anciano, al que le tocaba visitar.
¡Hola!, te estaba esperando desde hace tiempo, le dijo el anciano, al cruzar sus miradas, mientras sonreía.
Gracias por esperar y lamentó que pasaras tanto tiempo en soledad, pero hasta hoy me enviaron por ti, respondió La Muerte, con lágrimas de alegría en sus ojos, ya que nunca espero esas palabras tan dulces de alguien.
Tomó de la mano a su nuevo amigo y lo acompañó hasta a su anhelado descanso…
(Créditos a su autor).
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