Cuando me iba a pescar "barbudos", que es un pez de río, pero con un sabor que ningún pez de mar lo ha superado. Nos íbamos a la tarde, y regresábamos a la casa, con una buena pesca. Los arreglábamos y mamá nos los cocinaba en un sartén de hierro que teníamos en casa, y quedaban tostaditos. Teníamos para la cena y el almuerzo, pues como éramos tan pobres y éramos muchos hermanos, en mi casa se comía un poco mal, pero era una bendición ver a todos mis hermanos y padres alrededor de la mesa, saboreando lo que Dios nos había reparado.
No te cuento más, porque me pongo a llorar, mi amigo.