Entre Luz y Sombras (poemas)
Por Eva
I
Es tarde y hace frío, pero no importa;
si acaso tuviera aquí tus manos firmes,
como el niño que al abrazo de una madre,
con temor casi suplicante, se ciñe,
así me aferraría yo por igual a tu cuerpo,
con retenida pasión, con fiebre de ensueños,
calmando el furioso correr de mi sangre,
y también este frío, que quema por dentro.
Después de las ganas, la pasión desmedida,
mi corazón se acallará como agua dormida;
lo que soy y lo que no, la sangre y la herida,
serán una sola al nacer el nuevo día.
Una paz inquietante se posará en mis labios;
tú calla, no hables, hoy no es necesario.
Al mirarme, dormida, enredada en tu abrazo,
verás que está todo dicho: simplemente te amo.
II
Tu voz es calma de una noche en primavera
y es el arrullo del viento en las praderas.
Es el fulgor eterno de los cielos,
es amar, y amando arder en tu fuego.
Es la canción que el viento canta cuando río,
son tus desvelos enlazados a los míos,
es el latido de tu nombre en mi sangre,
y es la quietud de una caricia en la tarde.
Son esperanzas perdidas y buscadas,
es encontrarme de nuevo en tus palabras,
es el abrazo que me envuelve y me calma,
cuando no estás y mi corazón te llama.
Ahora, ya no sé, amor,
si adoro tu voz y tu nombre,
si amo mi nombre en tu voz.
III
Quizás nunca he de saber
qué colección de casualidades
qué ecuaciones cósmicas
qué laberintos del azar
me llevaron hacia ti.
A ti, una improbable entelequia
una afortunada serendipia,
un bálsamo contra el dolor,
la respuesta a una pregunta
que vibraba en mi interior.
Alquimia entre dos almas,
comunión de dos esencias,
arcanos enigmas de la pasión.
En el relente de la noche
derrama la luna su sortilegio
sobre el paisaje;
me miraré en ella
como en un espejo;
caerá sobre mí
su hechizo celestial;
bajo el terciopelo azabache
colmado de luceros
iré a tu encuentro.
Serás mi mantra,
mi amuleto y talismán;
en un susurro astral
escucharé tu nombre.
Ya no importará más
a dónde ir;
no se torcerá el destino,
pues todos los caminos
me llevan hacia ti.
IV
Escribir es exorcizar fantasmas,
es remendar el alma,
es dar una nueva puntada
a viejas heridas;
es rodear ese agujero interior,
ese vacío originario,
que todos llevamos dentro,
sin poder jamás
abarcarlo del todo;
es cercar el miedo,
es cavar trincheras
hechas de palabras
y allí resistir;
es contentarse
con intentar tender
un puente para alcanzar
el otro lado
de los otros
y de uno mismo;
es sortear las grietas
donde se esconde
el sinsentido
que nos acecha,
y no caer en ellas;
es alcanzar
los bordes, los límites
del lenguaje
y desde allí contemplar
el infinito,
intuir sus tinieblas,
la caída sin fin.
Las palabras crean lazos,
el abismo es el límite.
El poeta es quien se asoma,
se atreve,
se sumerge,
y no siempre
regresa.
Eva
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