Definitivamente cada día tiene su propio afán.
Hay días oscuros y sombríos, donde las cosas que hacemos no resultan como las planeamos
Hay días nublados y lluviosos, donde la tristeza abate nuestro espíritu y nos sentimos desanimados y sin ganas de luchar.
Existen días fríos, en los cuales se nos da un diagnóstico contrario a nuestra voluntad.
Y existen días soleados, donde la esperanza vuelve a resurgir.
Pero lo más importante y valioso, no son los acontecimientos que debemos enfrentar, sino que en cada día, Dios está presente.
Tal vez no sentimos su presencia, pero Él está ahí, animándonos, fortaleciéndonos y apoyándonos. Es su promesa estar con nosotros todos los días de nuestra vida.
Entonces, declaremos en fe, que tiempos mejores vendrán y veremos la Gloria de Dios resplandecer.
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