Jesucristo siempre nos habló de la humildad y Él fue ejemplo de ello. Jesucristo siempre nos habló de la mansedumbre y Él fue ejemplo de ello.
Cuando una persona pecadora, como lo soy yo, se acerca a los pies de Jesucristo, no es para mirarlo de tú a tú, sino para ponerme de rodillas ante Él y pedir su perdón, pedir su misericordia, pedir su amor. Y para hacer eso, debo ser humilde. La imposición de la ceniza nos recuerda que, como nos lo cuentan en el Libro del Génesis, venimos del polvo, venimos del barro, y con nuestra muerte, al polvo volveremos a llegar.
Nadie puede llegar a pedir clemencia con soberbia. Recuerden el pasaje del Evangelio del fariseo y del publicano. El publicano, atrás y de rodillas, oraba al Padre diciendo: Perdóname porque soy un gran pecador. En cambio, el fariseo, en las primeras bancas, de pie oraba: Gracias, Padre, porque no soy como ese publicano..., etc. Tú ya sabes ese Evangelio, y sabes el resultado final: el publicano, en su humildad fue perdonado, mientras que en fariseo, en su soberbia no fue perdonado. Y en el Antiguo Testamento también se dan casos de humildad y de cómo las personas se llenan con cenizas, para demostrar con ello su humildad, su miseria, ante Dios.
ESO SIGNIFICA LA CENIZA: un acto sacramental (no confundir con un Sacramento), mediante el cual, pedimos el perdón a Dios por nuestros pecados y lo hacemos de forma humilde. La ceniza simboliza la muerte, la conciencia de la nada y de la vanidad de las cosas, la nulidad de las criaturas frente a su Creador, el arrepentimiento y la penitencia. De allí las palabras que Abraham pronuncia en el Génesis 18, 27: “Aunque soy polvo y ceniza me atrevo a hablar a mi Señor”.
Los griegos, los egipcios, los judíos y los árabes, entre otros pueblos de Oriente Próximo, acostumbraban a cubrirse la cabeza de ceniza en señal de luto o duelo. En la Biblia es un símbolo característico de penitencia interior o duelo (ver, por ejemplo: Mt. 11, 21). Los ninivitas usaban la ceniza como gesto de arrepentimiento profundo. Los mensajeros de malas noticias solían cubrir de ceniza su cabeza.
En los primeros siglos de la Iglesia, las personas que querían recibir el sacramento de la reconciliación, el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad vestidos con un "hábito penitencial". Esto representaba su voluntad de convertirse. Y ya en el año 384 d.C., la Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos y desde el siglo XI, la Iglesia de Roma solía poner las cenizas al iniciar los 40 días de penitencia y conversión. También, fue usado el período de Cuaresma para preparar a los que iban a recibir el Bautismo la noche de Pascua, imitando a Cristo con sus 40 días de ayuno.
La imposición de ceniza es una costumbre que recuerda a los que la practican que algún día vamos a morir y que el cuerpo se va a convertir en polvo. Así, el Miércoles de Ceniza es, para nosotros los cristianos católicos, día de ayuno y abstinencia, igual que el Viernes Santo, y ese día se realiza la imposición de la ceniza a los fieles que asistimos a la Santa Misa.
Estas cenizas se elaboran a partir de la quema de los ramos del Domingo de Ramos del año anterior, y son bendecidas y colocadas sobre la cabeza de los fieles como signo de la caducidad de la condición humana; como signo penitencial, ya usado desde el Antiguo Testamento; y como signo de conversión, que debe ser la nota dominante durante toda la Cuaresma.
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