Cuenta la historia que un joven fue nominado para jefe de su gran tribu, pero antes de ser aceptado tenía que pasar una rigurosa prueba que consistía en adentrarse en la selva y, sin ayuda alguna, ver y dejarse ver por una serpiente, un tigre y un elefante. No podía comer ni beber nada hasta que terminara la peligrosa encomienda y regresara sano y salvo a los suyos.
El joven, en el transcurso de los primeros días pudo ver y dejarse ver por una serpiente y por un tigre, pero, por mucho que trato, no encontró ningún elefante. Pasaron semanas y sus labios ya estaban cuarteados por la falta de agua y sus fuerzas eran cada vez más escasas por falta de alimentos.
Sin poder casi mantenerse en pie, regreso sintiéndose derrotado, con un dolor, dentro de sí, mucho más fuerte que el hambre y la sed que tenía. "Lo intenté con todas mis fuerzas, les juro que trate, pero no pude ver ningún elefante", dijo con voz entrecortada. Los Ancianos del Consejo Tribal se levantaron y, gritando de júbilo, felicitaban al joven. Uno de ellos tomó la palabra y dijo: "Era imposible que hubieras visto a un elefante porque los habíamos espantado a todos lejos de la selva. Es por haber dicho la verdad que ahora te aclamamos Jefe Supremo de nuestra gran tribu, ya que, para nosotros, más importante que tu valentía, es que seas honesto".
AMIGOS MÍOS, ésta es una buena lección para todos los que nos llamamos cristianos, ya que discípulos somos de Ese que es La Verdad: ¡Jesucristo! (Juan 14, 6).
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