La joven acababa de recoger la cocina y se disponía a acostarse, cuando vio que los mellizos se aproximaban por el largo corredor.
Rosaura, no podemos dormir, dijo Eva frotándose los ojos. ¿Nos cuentas un cuento? Sí, sí, una historia de piratas y sirenas, la secundó su hermano Toño, pasando su peso, de un pie a otro.
La chica estaba realmente agotada, pero sabía que con los mellizos, no serviría de nada negarse. Así que, reprimiendo un suspiro de fastidio, los cogió de la mano y los llevó hasta su cama. Muy bien, una historia y a dormir, dijo mientras los niños se acomodaban expectantes.
Por suerte, esta vez ni siquiera tuvo que terminarla antes, ya que los ojos de los mellizos comenzaron a cerrarse lentamente, vencidos por el cansancio.
La joven muchacha se retiró despacio, para no molestarlos en su descanso, pensando que por fin podría dormir, pero cuando salía de la habitación, se encontró frente a frente con algo que quería evitar a toda costa: la madre de los mellizos.
Rosaura, ¿se puede saber qué hacías ahí dentro? La increpó hecha una furia. Solo les estaba contando un cuento, para que pudieran dormir, respondió con voz suave, intentando mantener la calma.
La madre frunció el ceño y cruzó los brazos, visiblemente molesta. ¿Otra vez con eso? ¡Acéptalo de una vez! Los niños están muertos y no van a volver. Si sigues así, solo conseguirás volverte loca. Será mejor que te vayas de esta casa. Ahora, vuelve a tu habitación y recoge tus cosas. Te irás por la mañana.
La joven volvió a su habitación y se sentó en la cama, buscando el valor para decirle a la señora, que ella no se llamaba Rosaura y que lo sabía todo: sabía que los mellizos estaban muertos, sabía que la propia señora también estaba muerta, y por encima de todo, sabía que no tenía a dónde ir y si algún día lograba abandonar aquella casa, antes tendría que encontrar a otra "Rosaura", para que ocupase su lugar. FIN.
(Autoría: D. Writers y A).
.